Por: Guillermo Zafra-yiyozafra@gmail.com
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Desde que se estrenó la La niña Emilia en
Telecaribe, han surgido una gran cantidad de artículos que hablan del impacto
que ha generado. En la mayoría de ellos, aunque algunos hiperbolízados,
comparto las líneas generales de lo que reconocen en esta miniserie.
Sin duda y sin precedentes, Telecaribe
demostró que la televisión es una sola sin importar si es pública y sin
avergonzarse de que sea regional y pequeña. Llamó a personas con experiencia de
la televisión comercial y las puso al servicio de hacer un buen producto.
Claro, sin duda, los directivos del canal
tuvieron la verraquera para darle libertades al equipo creativo y de
realización, para que hicieran un aporte al producto, para que dejaran atrás
las cadenas de la televisión comercial y se apropiaran de los espacios que dan
la ilusión de hacer algo bueno y de impacto.
La niña Emilia tiene la particularidad de hacerle sentir
al televidente que está hecha con amor y pasión, no con limitación y
obligación.
Ahora bien, no sería justo, al calor de
ver el esfuerzo que se ha hecho, dejar de mencionar las debilidades que tiene.
Hay fuertes huecos en la historia y se siente desarticulada la evolución
cronológica del personaje. No es una intención narrativa, es una falencia del
producto.

No obstante lo mencionado, la serie juega
con las posibilidades narrativas y pone al televidente a entrar y salir de la
ficción con una facilidad fascinante, lleva al espectador arrullado como por el
canto de las sirenas a perderse en los aportes de lo documental como si
hicieran parte misma de la ficción.
El trabajo de Andrés Salgado y su equipo
en la construcción de los libretos y Alessandro Basile y Ramsés Ramos en la
dirección logra que uno ni se dé cuenta de que están mezclando dos géneros: la
realidad y la imaginación, en una combinación que solo deja espacio para
sentarse y entretenerse.
Mucho se dice que la televisión se debe
hacer lo más evidente posible, que no genere preguntas en el espectador y que
no le demande el esfuerzo de conectores narrativos que lo obliguen a no
perderse ni un instante para que no se desubique de lo que está pasando, pero
creo que, en el caso de La niña Emilia, productores, escritores y
realizadores dejaron de lado la vieja premisa de que al espectador hay que
darle todo mascado y se concentraron en hacer un producto que fuera bueno y que
contara algo interesante.
En resumidas cuentas, atendieron la
premisa contraria y que es tan conocida en la televisión… El televidente es
inteligente y reconoce un buen producto.
Telecaribe ha sentado un precedente que,
equivocadamente, han tildado como un hito en la televisión regional. Discrepo
profundamente de eso. Esta serie se arriesgó a hacer buena televisión con un
presupuesto muy limitado, a traer formas distintas de contar a las
convencionales, a mezclar géneros narrativos; pero, por encima de todo, esta
serie mostró que el televidente puede consumir cualquier producto, con
cualquier estructura narrativa.
Caracol y RCN tendrán que mirar con el rabillo del ojo y reconocer que Telecaribe supo hacer con este producto mucho mejor televisión que ellos. Hay muchas más cosas que ver en los canales públicos y regionales que en los privados. Felicitaciones!