jueves, 20 de abril de 2017

¡Déjala vivir!



Por: Guillermo Zafra-yiyozafra@gmail.com


Desde que se estrenó la La niña Emilia en Telecaribe, han surgido una gran cantidad de artículos que hablan del impacto que ha generado. En la mayoría de ellos, aunque algunos hiperbolízados, comparto las líneas generales de lo que reconocen en esta miniserie.



Sin duda y sin precedentes, Telecaribe demostró que la televisión es una sola sin importar si es pública y sin avergonzarse de que sea regional y pequeña. Llamó a personas con experiencia de la televisión comercial y las puso al servicio de hacer un buen producto.



Claro, sin duda, los directivos del canal tuvieron la verraquera para darle libertades al equipo creativo y de realización, para que hicieran un aporte al producto, para que dejaran atrás las cadenas de la televisión comercial y se apropiaran de los espacios que dan la ilusión de hacer algo bueno y de impacto.



La niña Emilia tiene la particularidad de hacerle sentir al televidente que está hecha con amor y pasión, no con limitación y obligación.



Ahora bien, no sería justo, al calor de ver el esfuerzo que se ha hecho, dejar de mencionar las debilidades que tiene. Hay fuertes huecos en la historia y se siente desarticulada la evolución cronológica del personaje. No es una intención narrativa, es una falencia del producto.



Por otro lado, a título personal, el hecho de que las distintas etapas de la protagonista sean interpretadas por la misma actriz Aida Bossa se siente descontextualizado cronológicamente; es decir que, para lo que se está contando, muchas veces, se ve bastante mayor.



No obstante lo mencionado, la serie juega con las posibilidades narrativas y pone al televidente a entrar y salir de la ficción con una facilidad fascinante, lleva al espectador arrullado como por el canto de las sirenas a perderse en los aportes de lo documental como si hicieran parte misma de la ficción.



El trabajo de Andrés Salgado y su equipo en la construcción de los libretos y Alessandro Basile y Ramsés Ramos en la dirección logra que uno ni se dé cuenta de que están mezclando dos géneros: la realidad y la imaginación, en una combinación que solo deja espacio para sentarse y entretenerse.



Mucho se dice que la televisión se debe hacer lo más evidente posible, que no genere preguntas en el espectador y que no le demande el esfuerzo de conectores narrativos que lo obliguen a no perderse ni un instante para que no se desubique de lo que está pasando, pero creo que, en el caso de La niña Emilia, productores, escritores y realizadores dejaron de lado la vieja premisa de que al espectador hay que darle todo mascado y se concentraron en hacer un producto que fuera bueno y que contara algo interesante.



En resumidas cuentas, atendieron la premisa contraria y que es tan conocida en la televisión… El televidente es inteligente y reconoce un buen producto.



Telecaribe ha sentado un precedente que, equivocadamente, han tildado como un hito en la televisión regional. Discrepo profundamente de eso. Esta serie se arriesgó a hacer buena televisión con un presupuesto muy limitado, a traer formas distintas de contar a las convencionales, a mezclar géneros narrativos; pero, por encima de todo, esta serie mostró que el televidente puede consumir cualquier producto, con cualquier estructura narrativa.


Caracol y RCN tendrán que mirar con el rabillo del ojo y reconocer que Telecaribe supo hacer con este producto mucho mejor televisión que ellos. Hay muchas más cosas que ver en los canales públicos y regionales que en los privados. Felicitaciones!



Quienes no la hayan visto les recomiendo pasarse por la página de Telecaribe. 

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