martes, 2 de agosto de 2016

Netflix da una lección que los privados no aprenden.


Por: Guillermo Zafra-yiyozafra@gmail.com

Si bien es cierto que hoy en día el streaming o el consumo de contenidos que le hacen competencia a la televisión a través de internet es una realidad innegable, también es cierto que éste está lejos de ser en nuestro país tan masivo como la televisión abierta.

El porcentaje de la población que tiene acceso a internet de manera permanente en la categoría "on demand" no supera el 25% de la población. Sin embargo, el bajo porcentaje que tiene la fortuna de poder entretenerse con el contenido de la red, cada vez lo consume más. Esto quiere decir que aunque no hay una competencia directa, sí hay una competencia cada vez más especializada y más dura de afrontar.

Los canales privados saben que hay un público que está en la red y es un público que consume estructuras narrativas tradicionales y que aún no lo ha abandonado del todo. Es decir, de alguna manera se echa de vez en cuando una ojeadita por la pantalla tradicional. Quizás por esa razón, los canales, han visto la necesidad de tener a disposición, en streaming los mismos programas que emiten en su programación habitual de señal abierta.

La plataforma que ha logrado posicionarse en las predilecciones del público es, sin duda, Netflix. Por un valor mensual que oscila entre los quince mil y los treinta mil pesos, se puede acceder a todo el contenido.

El usuario tiene la oportunidad de ver lo que desea, a la hora que desea, en el dispositivo que desea y de ñapa, con el soporte de un software que ha estudiado sus elecciones y con base a ellas, le ofrece opciones similares, minimizando el esfuerzo de la búsqueda y elección del contenido.

Netflix ha llevado al usuario a olvidarse de lo que paga y a encontrarse con la experiencia, y tiene todo dispuesto para que así sea. Si el usuario tiene internet y está al día, puede concentrarse en el contenido, nada lo distraerá de eso. Sin duda ese esquema ha probado ser altamente exitoso y ha logrado monetizar los contenidos en una competencia de entretenimiento en la red, donde la gran mayoría es gratuita.

Pero más allá de su mercado natural que es internet, ha llevado paulatinamente a los televidentes con capacidad de compra hacia el mercado de la red, utilizando los televisores como su escenario de batalla.

Esta plataforma no sólo ha capturado a su mercado natural, sino que ha logrado entrar en competencia con el mercado de la televisión abierta y lo mejor de todo, sin pensar en los anunciantes, solo en los usuarios. Los canales privados para no dejar que el mercado se disperse ante ofertas como la de Netflix, ofrece en sus páginas web la opción de poder acceder a sus contenidos, es decir, han entendido que deben dar la pelea.

Lo que no han entendido hasta el momento es en cómo darla y cómo la consume quien está acostumbrado a hacerlo por ese canal de difusión. Todavía siguen pensando que se trata de pasar de la pantalla a la red. Por eso la experiencia de ver un capítulo de cualquier serie o programa que esté al aire por internet no es una experiencia, es una tortura.

Los canales pasan por alto el principio básico del consumo por internet: se trata de una elección y del control de esta por parte del usuario. Los canales en cambio, rompen los capítulos a madrazos con información comercial.

El usuario se ve obligado a ver la información publicitaria metida sin la menor consideración de si es un punto adecuado para romper la narración o no, así que tiene que sufrir que le despedacen su interés en la historia.

Además, el usuario tiene que ver como en los "bloques comerciales" no puede huir de ellos, es decir, no puede elegir no verlos, si quiere seguir viendo el capítulo, es literalmente obligado a padecer la pauta comercial.

No sólo en un par de ocasiones, cada vez más, los capítulos se llenan con cinco y seis de estos cortes que además tiene una variación excesiva en el volumen, siguiendo el mismo protocolo de lo que se hace al aire. Una vez más, es streaming, ¡no televisión! ¡La gente accede en la mayoría de los casos a este contenido con audífonos, por dios! Y si el panorama no es desolador y no se han sentado a ver qué es lo que hace la competencia directa con los contenidos en internet, hacen tandas de comerciales repetidos, unen en un "corte comercial" dos y tres veces el mismo pautante.

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Los canales piensan que están poniendo un pie en internet al poner sus contenidos y no hay mayor equivocación que querer hacer lo mismo que hacen en su pantalla. Pero aún más equivocados, están los anunciantes que no ven lo que está pasando con sus piezas publicitarias y desconocen el enorme rechazo que produce su inclusión en la visualización.

Si lo que importa es el reporte de emisiones y reproducciones, creo que están mirando los indicadores equivocados. El streaming, sin duda, es una experiencia que le da poder al usuario y valora su decisión con respeto, y de eso, ¡los canales y los anunciantes están viendo muy poco!

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