jueves, 23 de junio de 2016

El súper cansancio de El Desafío

Por: Guillermo Zafra-yiyozafra@gmail.com


Si hay algo que uno quisiera tener en una empresa, es un producto que se vuelva un ícono y que el consumidor esté dispuesto a comprar cada vez que lo tenga frente a él. En la televisión, no es una tarea fácil lograr un programa con esas características y, quizás, no lo es porque la misma definición de la televisión demanda que se renueve constantemente con los productos, que haya historias distintas que nos conecten con universos desconocidos y con personajes que constantemente nos sorprendan.

Ahora bien, eventualmente la televisión colombiana ha logrado tener unos programas que han hecho historia mundial por su larga duración, alcanzando récords como lo es caso de Sábados Felices. Pero también tenemos programas que se convirtieron en referentes de humor siendo programas de ficción como lo fue Padres e Hijos. En este caso, se cambió la coloquial expresión "dura más que un minuto de microondas" por “dura más que Padres e Hijos”.  Si el programa de humor de los sábados que lleva varias décadas al aire ha sido indestronable, hay que reconocerle su mérito. En lo personal, creo que ya el público debiese  encontrar un nuevo formato al que le dé el reinado de ese horario, pero mientras eso sucede en un tiempo que nadie se atreve a precisar, hay que decir que el acierto del programa es su constante renovación. Hay humoristas nuevos periódicamente, su contenido gira alrededor de la actualidad y los contextos son propios a cada época en el que programa ha permanecido al aire.

Caracol que ha sido el gran beneficiado de tener dos programas que se han convertido en piezas vivientes del museo de nuestra televisión, tiene la esperanza de que el proceso de momificación de El Desafío sea exitoso y alcance un estatus mítico como el de Sábados Felices.  Este año, el reality tendrá su décimo tercera edición y, sin duda, la cifra hace pensar en que es un formato desgastado por más que lo quieran presentar con una renovación. Lo cierto es que cambiarlo de geografía o poner las pruebas con más alambre, peso y mayor riesgo para los concursantes, no ofrece ninguna innovación por la que valga hacer la apuesta.

Ahora, en las promociones, presentan al reality como un espacio para súper humanos. Es de suponer, que todos tendrán una gran destreza físico-atlética y las pruebas serán muchos más exigentes, por ende, se deduce que se verán cuerpos bien formados y al tiempo, un rango de edad de los participantes más reducido y joven. Pero, más allá de la intención de poner a este producto con un diferencial, me parece que hay obstinación en mantener en pantalla un muy buen programa que ya cumplió su ciclo. Es cierto que El Desafío surgió en un momento muy crítico del canal Caracol, cuando Teleset, su productora aliada de las exitosas expediciones Robinson, firma un volumen deal con RCN y comienzan a producir La isla de los famosos, y, en medio de la incertidumbre del momento, aparece este formato que integró un gran elemento de identificación para el televidente: la estratificación. Como dato histórico interesante, porque, de alguna manera, Caracol le muestra los dientes a Teleset y su decisión de hacer alianza con RCN, el nombre de El Desafío lo toma del apellido que el equipo creativo de Expedición Robinson le había dado a la edición anterior: Expedición Robinson, el desafío. Pues el equipo de contenido de ese reality, que ahora estaba en Caracol, sabía que el apellido que le habían dado a Expedición no era de propiedad del formato y buscaban hacer un vínculo  de recordación.

La diferenciación en estratos le dio oportunidad al público de verse reflejado en la realidad de nuestra sociedad, y, por supuesto, le aseguró un gran éxito al formato. Este elemento se fue transformando según los contextos en los que esas diferencias nos hacían reconocibles como cultura y así apareció El Desafío de las Regiones, que sin duda está en la memoria de muchos de los fans que logró conquistar este programa. Por otro lado, le abrió una puerta muy importante a Caracol que le quitó una venda de los ojos, que nuevamente se ha vuelta a poner por voluntad propia, le mostró que había gente capacitada para crear y generar un formato propio, de orígen nacional y de alto impacto que se metiera en el corazón de audiencia y que, además de todo, no generara pago de derechos que debe pagar un formato internacional. Para decirlo de la manera más clara posible, cuando nació El Desafío, Caracol encontró una gran gallina de huevos de oro.

Pero como dice la canción "hasta la belleza cansa" y eso es lo que pasa con El Desafío. A pesar de que sus números de rating no son malos, hace varias ediciones que dejaron de ser los números que le dieron su renombre. No han sido apalancadores ni las geografías lejanas ni el regreso de su presentadora insignia. Es hora de que Caracol se dé cuenta que el formato se desgastó y que hay necesidad de renovarse en las propuestas que se ponen en pantalla. No se trata de cambiar el escenario o cambiar las pruebas, se trata de que lo que mantiene al televidente frente a la pantalla es la sorpresa y la novedad, y este programa ya tiene muy poco de estos dos elementos.

Tal vez no se quieran alejar de un reality que le ha dado mucho al canal y que sigue siendo una gran fuente de ingresos, pero así como surgió éste, también han recorrido el mismo esquema con A otro nivel, a partir de las experiencias de Yo me llamo y La voz. Y si lo que se quiere es repetir el proceso, es momento de mirar otras opciones, hay propuestas muy buenas como Hermano Mayor, Undercover Boss, Tattoo Nightmares o Hell's Kitchen donde pueden volver a formar equipos de contenido que les permita replicar los formatos y generar uno que no pague los derechos que pagan los internacionales, e incluso, podrían volver a producir un par de los formatos que no tuvieron tanta suerte en el pico de producción del año 2006. Quizás Qué bonita familia (Trading Spouses), El premio gordo (The biggest Loser) o La bella y el nerdo (The beauty and the geek) podrían tener una segunda oportunidad para refrescar al televidente y demostrarle que se conoce de televisión lo suficiente, como para saber que... "tanto va el cántaro al agua que al final se rompe".

Si se trata de tener un producto que repita la historia de este formato, es necesario reconocer y acordarse cuáles fueron las condiciones en las que se creó y cómo fue el riesgo lo que motivó dar el salto al vacío en un momento en el que realmente se vivía un Desafío.



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jueves, 16 de junio de 2016

El fútbol y el parroquialismo de las transmisiones

Por: Guillermo Zafra-yiyozafra@gmail.com

 No es un secreto para nadie que en Colombia un partido de la selección puede hacer olvidar la más grave de las situaciones. Y antes que decir que eso es malo, por el contrario yo le veo un gran valor; al fin y al cabo, llevar al fútbol a la televisión es revalidar el principio fundamental por el que existe este medio de comunicación... ¡Es Entretenimiento puro! Sí, de eso se trata, de entretener, de hacer que la gente se pegue a la pantalla y se olvide de todo lo demás, que viva intensamente lo que ve y que ría o llore con aquello que no es suyo, pero que siente como propio. En eso, los partidos de la selección son una auténtica clase de dramaturgia y narrativa.

La emoción con la que se ve un partido de fútbol, incluso para aquellos que no les gusta el deporte, cambia de significado cuando el fútbol es el de la selección Colombia (esto debe ser muy similar en cualquier país), pero, en este caso, los colombianos lo hemos convertido en un ritual familiar o social,  es la excusa perfecta para reunirse con amigos, familiares y terminar viviendo el evento en una verdadera comunión. Pero, lo que es una gran momento frente a la pantalla y que Caracol ha sabido explotar y monopolizar para su beneficio del rating, cada vez se vuelve más inmarcesible.

Un partido que debe durar 90 minutos queda convertido con los alargues y el entretiempo en un total de dos horas para una transmisión, pero, cada vez más, vemos que este tiempo puede ser duplicado fácilmente. En el caso de la Copa América Centenario, donde las transmisiones se democratizaron y los dos canales tienen los derechos para transmitirlos, estamos asistiendo al festival del alargue, al circo de échele agua a la sopa. Tanto RCN como Caracol inician sus transmisiones entre dos y tres horas antes de que comience el partido y se dedican a tener un grupo de periodistas, reporteros, narradores y comentaristas que, por más que sepan de fútbol, terminan hablando de lo mismo, pero repitiéndolo incansablemente hasta poder justificar semejantes duraciones para la transmisión.  El caso es dramático por dónde se mire, las excusas que se montan para sustentar el tiempo son desastrosas. Recorridos en vehículos de ciudad en ciudad para mostrar el lugar, si esto tuviera sentido, sería un programa de orden turístico, pero es deportivo y los periodistas de este tema tiene mucha dificultad para articular algo interesante con respecto a los atractivos de los lugares; pero debo confesar que en medio de todo esto no me parece lo más reprochable. Llenar tiempo de televisión con fans, seguidores o hinchas gritando y haciendo barra es quizás de lo más pobre que se le puede ocurrir a un productor para poner en pantalla; pero, si aún así, se pone de creativo y decide entrevistar a los hinchas ya la situación roza en lo impensable; pero si no es suficiente, ¡los ponen a cantar barras! Pues bien, si la imaginación del televidente es limitada y cree que no puede haber algo peor, la de los periodistas y reporteros parece no tener límites. Así, como si fuera la idea que cambiará el resultado del partido que se jugará, ¿ponen a los hinchas a narrar un gol? ¿Es en serio? Sí, hemos tenido que ver esto como si fuera el gran momento de las transmisiones deportivas. ¿Es necesario utilizar un medio tan valioso como la televisión para estos fines? Tal vez sí y la verdad no me opongo a que sea así, ¡pero dos horas en lo mismo! No, no es justo con el televidente lavarse las manos con tanto facilismo y entretenerlo de una manera tan poco creativa.

Si con lo que se ha enumerado no es suficiente para sentarse y replantear qué hacer con las previas, que desde mi óptica tiene una solución obvia y es acortarlas a media hora, lo cierto es que las presiones del área comercial que vende y sobrevende las transmisiones como si fuera la gallina de los huevos de hora, porque el rating al momento del partido subirá como la espuma de una bebida gaseosa al abrirla después de haber agitado la botella, tampoco es admisible que los anunciantes decidan invertir sus dineros en los contenidos que generan las previas de las transmisiones de la selección de fútbol... ¡bueno es culantro pero tampoco tanto! Ahora bien, de otro lado están los comentaristas que de unos años para acá suelen ser futbolistas, nada más acertado que tener personas que conocen el oficio, hablando de lo que está pasando durante un partido, pero también es cierto que muchos de ellos no están preparados para estar frente a la pantalla, tienen una expresión verbal limitada, y aunque pudieran darle una visión muy amplia al televidente, se quedan muy cortos, todo se les va en intención y ganas. Es necesario que los productores se sientan responsables de quienes contratan y sean conscientes que ser conocedores de la materia, no garantiza que sean idóneos para la televisión y mucho menos que sean los aptos para el televidente. Valdría la pena que hubiese un intercambio, en el que los periodistas aprendieran de fútbol con los comentaristas y los comentaristas, de televisión con los periodistas.  Eso sí y haciendo la salvedad de que se enseñarán lo bueno y no la manía que tienen de inventarse comparaciones absurdas y usar los adjetivos de manera más que creativa o quien puede olvidar a Carlos Antonio Vélez y su Acrílico hepático que en español común es la tarjeta amarilla, y, de paso, sería bueno que los productores fueran muy consciente de los problemas de dicción que tienen muchos de los que se encargan de la transmisión. Con mucha frecuencia se escuchan como magullan las palabras con una pronunciación que deja mucho que desear y que es imperdonable que un periodista, comentarista o narrador tenga ese desconocimiento del idioma, es su herramienta principal de trabajo, debe conocerla y manejarla a la ¡perfetzion!



Por último y para reforzar los artículos que han aparecido al respecto sobre la competencia de las transmisiones entre Caracol y RCN, debo decir que la decisión de Colombia grita gol de contratar a Hernán Peláez fue acertada y logró arañarle por primera vez algunos puntos del rating a Gol Caracol (Si hay espacio para ello, porque el rating creció notablemente), pero la tarea le queda hecha a medias, pues traer a Peláez y no ponerle a un co-equipero en la narración fue un error. Dejar que una voz como la de Javier Fernández de Caracol no tenga competencia, más aún, cuando lleva años ligado a la exclusividad de la marca selección Colombia, es realmente pecar por inocentes. El señor Bermúdez será una voz Win sports que funciona para ese espacio del fútbol colombiano, pero no para la selección. Si querían apostar en grande, había que intentar poner junto a Peláez un ícono de la narración como el Tato Sanín. Pero como dicen por ahí... ¡Una cosa es lo que pensamos en la cocina y una muy distinta lo que deciden en la sala!


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jueves, 9 de junio de 2016

La cosecha del rating

Por: Guillermo Zafra-yiyozafra@gmail.com

En los últimos años el rating de la televisión colombiana ha perdido varios puntos. Lo que usualmente en un programa de éxito podía estar entre los 15 y 22 puntos personas, hoy escasamente llega a 12. Como lo había explicado en un artículo anterior, en nuestro país un punto de rating personas equivale a 180.000 televidentes y aunque existen indicadores como el rating hogares y el share, usaremos solo la medida del rating personas para no complicar la comprensión.  La disminución en el rating es un fenómeno mundial, no es exclusivo de nuestra televisión, y aunque hay muchos factores a los que se les puede atribuir, lo cierto es que todo está en el espacio de la especulación, pues nadie puede asegurar las razones del fenómeno. Las variables que dejan intuir su incidencia en la caída de televidentes, es la aparición de Internet y los procesos de masificación de acceso del cable.

Ahora bien, es lógico que, con el panorama descrito, el rating baje, pues la gente ya no tiene que esperar para ver lo que quiere y puede entretenerse en cualquier momento y lugar sin estar atada ni a un televisor ni a un horario, pero en nuestro caso particular las cifras son muy distintas. Tan solo el 20 % de la población tiene acceso de manera permanente a Internet, es decir, tiene un plan pagado que le permite tener el servicio en su casa o lugar de trabajo y menos del 10% de la población que tiene teléfonos inteligentes, tiene plan de datos. Esto quiere decir que, aunque hay un gran número de dispositivos inteligentes,  solo una pequeña cantidad de personas tiene acceso permanente a contenidos de entretenimiento desde sus teléfonos. Si bien estas son variables significativas en los países desarrollados y tienen incidencia en nuestro contexto, lo cierto es que su impacto es aún muy bajo. Para el grueso de la población en Colombia, la televisión abierta, la de los canales privados y públicos, son la fuente más importante de entretenimiento, y eso pasa porque es gratuita, solo se precisa tener un televisor y pagar la electricidad para poder acceder a ella.

Además de lo descrito, hubo un fenómeno anterior que se popularizó y ofrecía acceso a más opciones de televisión, las famosas antenas "perubólicas". Adicionalmente, la televisión por cable se hizo más asequible, así que aumentó su cobertura. Esto, hizo que la audiencia fuera a ver esas nuevas ventanas y el rating lo sintió. Las nuevas opciones le enseñaron al público "el entretenimiento de nicho", es decir, canales con temáticas específicas que segmentaron a la audiencia. A los que les gustaban temas históricos tenían un espacio dedicado solo a ese tema, los de animales igual, deportes también, en fin, como en botica... había de todo y para todos los gustos.

Pero un panorama muy distinto es el que afrontan los canales abiertos como los nuestros, pues deben apuntar a todos los nichos de la audiencia, deben tener una oferta de programas que busque llamar la mayor cantidad de público posible y en el mayor rango de edades. En un comienzo, eso no fue un obstáculo, especialmente cuando se funcionaba con canales controlados por el estado y parrilla armada por programadores privados, todos buscaban apuntarle a un sector de la audiencia y la oferta era variada, pero con el nacimiento de los canales privados, la oferta se redujo y el cubrimiento de edades también. Aún así, cuando hay eventos masificadores como los partidos de la selección, se reúnen a todos los targets y reaparecen los números gloriosos del rating. Como esto ocurre de cuando en cuando y no es una constante, los canales siguen con la idea de que su parrilla busca satisfacer todos los gustos. Más allá de si es verdad o no, lo cierto es que los canales, especialmente los privados, olvidaron el viejo refrán que  dice "se cosecha lo que se siembra" y eso parece ser lo que hoy por hoy rige los números de audiencia.

Hace 16 años comenzó la televisión privada y como si cumplir con la ley fuese el único interés, los dos canales incluyeron programas infantiles y juveniles dentro de sus parrillas. Con el paso de los años, el desarrollo de ese tipo de proyectos se fue abandonando y los canales se fueron relajando con respecto a sus obligaciones de producir programas para ese público. Así que surgió la revitalización de la norma que los obligaba a poner en pantalla un número determinado de horas para esa audiencia y se vieron obligados a cumplir…, eso sí, a su manera, pues cada uno decidió reducir la inversión al mínimo y llenar las horas de programación con una serie de enlatados (programas comprados) para ser retransmitidos y presentarlos en los reportes como horas de producción y programación infantil/juvenil. A pesar de no ser horas de producción nacional, como lo exige la norma, los informes dicen que sí lo son, y la ANTV (antigua CNTV), que debiera velar por eso, no lo hace.

En últimas, los canales se olvidaron de ejercicios de construcción de audiencia tan importantes como Loca Pasión, la novela juvenil o la versión irreverente (lo que equivaldría al youtuber de esos tiempos) Pido la parola de RCN, La tele que era un hito de la rebeldía para el público al final de la adolescencia, Los dummies, Oki Doki, Francisco el matemático, Clase aparte, Décimo grado, Conjunto cerrado, De pies a cabeza, Sabor a limón, Tiempos difíciles, Fm Stereo o el inconfundible, y que aún sigue siendo usado en shows en vivo, Aurelio Cheveroni, que era más representativo que el mismo logo del canal Caracol. Todos y cada uno de estos productos, fueron muy exitosos en muchos aspectos. Comercialmente efectivos, tenían franjas horarias muy distintas y la parrilla era muy activa: un sábado en la mañana o un domingo en la tarde, o las tardes de entre semana. Todos ellos, ayudaron a formar a muchos de los actores que hoy hacen parte de nuestra farándula, pero sobre todo, generaron identificación con la televisión y con las marcas ya fueran Caracol, RCN, Punch, Cenpro, etc. Cada uno logró productos que mantenían a la audiencia infantil y juvenil pegada a la pantalla, que comentaba, que disfrutaba de sus ídolos y que sabía que en la televisión había algo para ellos que los entretenía y los interpretaba. Pero esos productos que no sobrevivieron a la era de los canales privados y fueron abandonados, son la base de la audiencia que tienen hoy en día. Esos espectadores que hicieron de esos programas éxitos, crecieron frente a la pantalla, viviendo parte de sus vidas y olvidando parte de sus vidas, por obra y gracia de los programas con los que hacían comunión y catarsis.

¿A dónde se fueron los números del rating que han venido decreciendo mientras la población del país va creciendo? No se han ido a ningún lado, son los pocos que quedan de lo que se construyó en la generación anterior, porque la televisión dejó de sembrar para las nuevas generaciones y pensó solo en la rentabilidad del momento, creyó que no se vería afectada por fenómenos como el cable e Internet que no le ha quitado mucho de la audiencia que tenía, pero en cambio, no le ha dejado ganar ni un solo nuevo televidente de una nueva generación. Los canales no invirtieron en formar vínculos con los niños y los jóvenes porque los ignora y los menosprecia, incluso, dentro de las estrategias comerciales de los canales, es cerrar ventas encimando como ñapa, publicidad en los programas y las franjas infantiles. Los canales privados están cosechando lo que siembran, porque creen erróneamente que los programas de los adultos van a sumar jóvenes, cuando el negocio audiovisual tanto en el cine como en la televisión ha demostrado todo lo contrario, los productos infantiles y juveniles suman audiencias adultas, los niños ven, los papás supervisan y se pegan a las historias. Caracol y RCN prefieren seguir comprando latas, haciéndolas pasar por programación y producción nacional y no cumplir con la norma, para no gastar en un target que creen que no genera mayores beneficios. Esperemos a ver si en un futuro no muy lejano, todavía les quede audiencia que sustente sus estructuras comerciales y si su estrategia de abandonar a las nuevas generaciones fue un acto de genialidad y este artículo una completa equivocación... !Pero lo dudo mucho!