jueves, 16 de junio de 2016

El fútbol y el parroquialismo de las transmisiones

Por: Guillermo Zafra-yiyozafra@gmail.com

 No es un secreto para nadie que en Colombia un partido de la selección puede hacer olvidar la más grave de las situaciones. Y antes que decir que eso es malo, por el contrario yo le veo un gran valor; al fin y al cabo, llevar al fútbol a la televisión es revalidar el principio fundamental por el que existe este medio de comunicación... ¡Es Entretenimiento puro! Sí, de eso se trata, de entretener, de hacer que la gente se pegue a la pantalla y se olvide de todo lo demás, que viva intensamente lo que ve y que ría o llore con aquello que no es suyo, pero que siente como propio. En eso, los partidos de la selección son una auténtica clase de dramaturgia y narrativa.

La emoción con la que se ve un partido de fútbol, incluso para aquellos que no les gusta el deporte, cambia de significado cuando el fútbol es el de la selección Colombia (esto debe ser muy similar en cualquier país), pero, en este caso, los colombianos lo hemos convertido en un ritual familiar o social,  es la excusa perfecta para reunirse con amigos, familiares y terminar viviendo el evento en una verdadera comunión. Pero, lo que es una gran momento frente a la pantalla y que Caracol ha sabido explotar y monopolizar para su beneficio del rating, cada vez se vuelve más inmarcesible.

Un partido que debe durar 90 minutos queda convertido con los alargues y el entretiempo en un total de dos horas para una transmisión, pero, cada vez más, vemos que este tiempo puede ser duplicado fácilmente. En el caso de la Copa América Centenario, donde las transmisiones se democratizaron y los dos canales tienen los derechos para transmitirlos, estamos asistiendo al festival del alargue, al circo de échele agua a la sopa. Tanto RCN como Caracol inician sus transmisiones entre dos y tres horas antes de que comience el partido y se dedican a tener un grupo de periodistas, reporteros, narradores y comentaristas que, por más que sepan de fútbol, terminan hablando de lo mismo, pero repitiéndolo incansablemente hasta poder justificar semejantes duraciones para la transmisión.  El caso es dramático por dónde se mire, las excusas que se montan para sustentar el tiempo son desastrosas. Recorridos en vehículos de ciudad en ciudad para mostrar el lugar, si esto tuviera sentido, sería un programa de orden turístico, pero es deportivo y los periodistas de este tema tiene mucha dificultad para articular algo interesante con respecto a los atractivos de los lugares; pero debo confesar que en medio de todo esto no me parece lo más reprochable. Llenar tiempo de televisión con fans, seguidores o hinchas gritando y haciendo barra es quizás de lo más pobre que se le puede ocurrir a un productor para poner en pantalla; pero, si aún así, se pone de creativo y decide entrevistar a los hinchas ya la situación roza en lo impensable; pero si no es suficiente, ¡los ponen a cantar barras! Pues bien, si la imaginación del televidente es limitada y cree que no puede haber algo peor, la de los periodistas y reporteros parece no tener límites. Así, como si fuera la idea que cambiará el resultado del partido que se jugará, ¿ponen a los hinchas a narrar un gol? ¿Es en serio? Sí, hemos tenido que ver esto como si fuera el gran momento de las transmisiones deportivas. ¿Es necesario utilizar un medio tan valioso como la televisión para estos fines? Tal vez sí y la verdad no me opongo a que sea así, ¡pero dos horas en lo mismo! No, no es justo con el televidente lavarse las manos con tanto facilismo y entretenerlo de una manera tan poco creativa.

Si con lo que se ha enumerado no es suficiente para sentarse y replantear qué hacer con las previas, que desde mi óptica tiene una solución obvia y es acortarlas a media hora, lo cierto es que las presiones del área comercial que vende y sobrevende las transmisiones como si fuera la gallina de los huevos de hora, porque el rating al momento del partido subirá como la espuma de una bebida gaseosa al abrirla después de haber agitado la botella, tampoco es admisible que los anunciantes decidan invertir sus dineros en los contenidos que generan las previas de las transmisiones de la selección de fútbol... ¡bueno es culantro pero tampoco tanto! Ahora bien, de otro lado están los comentaristas que de unos años para acá suelen ser futbolistas, nada más acertado que tener personas que conocen el oficio, hablando de lo que está pasando durante un partido, pero también es cierto que muchos de ellos no están preparados para estar frente a la pantalla, tienen una expresión verbal limitada, y aunque pudieran darle una visión muy amplia al televidente, se quedan muy cortos, todo se les va en intención y ganas. Es necesario que los productores se sientan responsables de quienes contratan y sean conscientes que ser conocedores de la materia, no garantiza que sean idóneos para la televisión y mucho menos que sean los aptos para el televidente. Valdría la pena que hubiese un intercambio, en el que los periodistas aprendieran de fútbol con los comentaristas y los comentaristas, de televisión con los periodistas.  Eso sí y haciendo la salvedad de que se enseñarán lo bueno y no la manía que tienen de inventarse comparaciones absurdas y usar los adjetivos de manera más que creativa o quien puede olvidar a Carlos Antonio Vélez y su Acrílico hepático que en español común es la tarjeta amarilla, y, de paso, sería bueno que los productores fueran muy consciente de los problemas de dicción que tienen muchos de los que se encargan de la transmisión. Con mucha frecuencia se escuchan como magullan las palabras con una pronunciación que deja mucho que desear y que es imperdonable que un periodista, comentarista o narrador tenga ese desconocimiento del idioma, es su herramienta principal de trabajo, debe conocerla y manejarla a la ¡perfetzion!



Por último y para reforzar los artículos que han aparecido al respecto sobre la competencia de las transmisiones entre Caracol y RCN, debo decir que la decisión de Colombia grita gol de contratar a Hernán Peláez fue acertada y logró arañarle por primera vez algunos puntos del rating a Gol Caracol (Si hay espacio para ello, porque el rating creció notablemente), pero la tarea le queda hecha a medias, pues traer a Peláez y no ponerle a un co-equipero en la narración fue un error. Dejar que una voz como la de Javier Fernández de Caracol no tenga competencia, más aún, cuando lleva años ligado a la exclusividad de la marca selección Colombia, es realmente pecar por inocentes. El señor Bermúdez será una voz Win sports que funciona para ese espacio del fútbol colombiano, pero no para la selección. Si querían apostar en grande, había que intentar poner junto a Peláez un ícono de la narración como el Tato Sanín. Pero como dicen por ahí... ¡Una cosa es lo que pensamos en la cocina y una muy distinta lo que deciden en la sala!


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